viernes, 24 de mayo de 2013

Azul cobalto

Tenía un cuaderno azul cobalto que se llevaba a todas partes. En el cuaderno había trozos de poemas, de citas famosas, de fragmentos de libros o canciones y diálogos de películas. Era un cuaderno en el que había cosas tristes, alegres, emocionantes,cosas sobre ella. Cosas sobre la vida. A veces le daba algo e miedo llevárselo a la calle, o escribir en él en algún lugar público. Era horroroso leer lo ya escrito en el metro o la biblioteca. No podía imaginar la tragedia que le supondría que le supondría el descubrimiento del cuaderno azul cobalto por un extraño. Y eso, eso era terrible. La libreta daba demasiada información sobre ella que sería raro no temer sobre esa posibilidad. Porque leyendo un poco entre líneas, alguien podría descubrir cómo destruirla. 

jueves, 20 de octubre de 2011

Es cuando tu cabeza comienza siempre pensar en la misma persona cuando realmente te das cuenta de que te has perdido. El más triste y remoto pensamiento te trae su recuerdo e incluso las cosas bonitas traen su nombre en susurros. Los sueños proyectan imágenes de una fantasía idílica que nunca vivirás.
El frío te hace pensar en su calor, el calor en la forma de arder juntos. Los océanos te recuerdan a las montañas y los ríos te cantan la melodía del campo, todo te lleva a pensar en la naturaleza, en la vida, en tu vida, y quizás en tu vida compartida con la de otra persona.
Cada paso, cada pedazo de historia, cada película, incluso una mísera melodía te trae en susurros su nombre. No grita, eso sería demasiado imprudente y sólo ocurre cuando te enamoras y, de momento, es algo que ves lejos de tu alcance.
Ya te has resignado, realmente te has dado cuenta que no puedes hacer nada contra ello, y maldices. Maldices el día en el que su nombre se quedó allí, escrito en cada ala de las mariposas de colores y suave movimiento que habitan en tu interior.

jueves, 13 de octubre de 2011

Timidez

Buscas una cabeza, una mirada, una sonrisa entre toda esa marea de gente que no conoces de nada. Nadie se acerca, nadie pregunta, aquí a nadie le preocupa si estás bien o no. Eres una desconocida, una extraña, casi un estorbo entre todas esas personas a las que no conoces de nada. No te atreves a acercarte a nadie, ya hay grupos, ya hay amigos, la extraña eres tú. Tú eres ese ser pequeño, ese parásito que ha invadido su mundo. Así que no, no esperes que se acerquen a ti, porque no lo van a hacer.
Te resignas, aguantas la mierda que se te pasa por la cabeza y tragas. Cada vez queda menos para que se acabe ese día de mierda que te deprime. Cada vez menos.
Puede que mañana la sonrisa que te pintes conquiste por fin a alguien y así, al menos, seréis dos seres buscando una cabeza, una mirada, una sonrisa, entre toda esa marea de gente a la que no conoces de nada.

lunes, 4 de julio de 2011


Cierras los ojos con fuerza mientras se acostumbran a la luz detrás del cristal oscuro de tus gafas de sol. Acababas de colocártelas porque al abrir los ojos te has encontrado directamente con el sol incandescente maltratando de pleno tus pupilas. El tío con el que te enrollaste anoche está tirado en el césped y tú sigues mirando desde la tumbona aquel desastre que hicisteis anoche. Hay botellas en toda superficie plana que alcance a la vista, personas tiradas en cualquier rincón del jardín y prendas de ropa esparcidas por las sillas y tumbonas.
Te levantas sin acordarte bien de lo que hiciste anoche, el sol sigue maltratando tus pupilas y la cabeza te da punzadas después de esa noche desenfrenada. Buscas un cigarro entre las prendas que encuentras tiradas por ahí. El que a ti te quedaba ya te lo acabaste ayer liando porros de maría. Te miras al espejo con el cigarro colgando de los labios. Con el pelo revuelto, lo ojos ojerosos y rojos y aquel chupetón del tamaño de pulgar, tienes un aspecto más que deplorable. Vas al lavabo a adecentarte un poco y después a la cocina a buscar algo comestible para entretenerte de camino a tu casa.
Pasas por el salón de camino a la puerta y ves a tu mejor amiga durmiendo de cualquier manera encima del sofá. Sonríes sabiendo que a lo largo de esa tarde te llamará para contarte alguna locura que habrá hecho esa noche. Abres la puerta y sales a la calle mientras el sol maltrata tus pupilas. Tu mente sigue rememorando aquella llamada histérica que te hizo el día que amaneció sin bragas y no sabía por qué. Te reíste en su cara y le dijiste que para la próxima vez se controlase con el vodka.
La gente te mira con extrañeza por la calle. Tienes el pelo revuelto y enredado, el maquillaje corrido y la ropa arrugada y desmejorada gracias al baño que os disteis en la piscina a altas horas de la madrugada. Pareces una loca riéndote sola por las calles mientras rememoras las miles de historias y relatos que has vivido en el instituto y te comes un par de magdalenas como si se te fuese la vida en ello.
Llegas al final de la calle y te das la vuelta mirando a la casa donde has pasado esa última noche. El lugar está enmarcado por un halo de desastre que se intuye desde el lugar en el que te encuentras y el sol le da de pleno iluminando las tejas rojas en una tonalidad especial mientras que el blanco brilla luminoso maltratando las pupilas.
Te das la vuelta y sigues el camino a casa pensando en lo brutal que ha sido la fiesta de despedida que habéis tenido para celebrar el acceso a la universidad. Tus amigos son unos salvajes y no eres capaz de hacerte a la idea de cómo serán cuando vayan este año a la universidad.
Atrás dejas un pasado brillante, unas historias blancas y un cariño que maltrata tus pupilas. Sigues caminado y miras a través del cristal oscuro de las gafas de sol. El camino es oscuro, al igual que el futuro que todavía no conoces, pero algún día esperas poder volver de otra fiesta sin gafas de sol, con algunas amistades nuevas además de las existentes y con un pasado igual de brillante y un cariño igual de jodido que maltrate tus pupilas. Como el molesto sol que brilla incandescente maltratando tus ojos a través del cristal de las gafas de sol.